Su ojo izquierdo





Ella lo vio y lo supo de inmediato.  Supo de su dolor y de su pena.  Solo tuvo que ver su ojo izquiero.  Tenía ese rictus habitual que solo ella conocía.  A pesar de sus años y los mil amores recorridos, solo ella había logrado adivinar las historias que se escondían en su pecho, solo con ver su ojo izquierdo.


La luz y el brillo cansino que se advertían en su mirada le hablaron de horas enteras de pensares inútiles. Pudo ver nueve te extraños y quince te amos ocultos tras ese ojo.  Advirtió todas las preguntas que no pudo responder, todos los reclamos, las excusas y los dolores.  Ella sufrió y lloró dos penas. La propia y la de él. 



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