Colores


Antes de él ella era de tonos pálidos, algunos rosas y azules en las mañanas.  En ocasiones sus tardes eran verde mar.  Como mucho, un amarillo brillante.  Luego, él la llenó de rosa fucsia, de magenta y de púrpura.  En las mañanas era puro rojo, según se enardecía era escarlata, o bien rojo anaranjado.  Y al caer el día se convertía en azul noche.  El le mostró tonos nuevos, destellos cegadores.  Pronto su piel se acostumbró a tanta luz, a tanto resplandor.  Una luz que le mostró muchas rutas y todas la llevaban al más dramático e intenso de los verdes.  



Una tarde aparecieron pinceladas que ella no puedo reconocer; le habían hablado de ello, pero nunca pudo vivir en carne propia esos tonos.  Miro a sus ojos, adivinó el susurro de sus labios y de su boca salieron los grises más horrendos.  Ella gimió de dolor.   Su piel supuró lamento color negro.  
Hoy ya no hay purpura ni magenta, no hay asomo de escarlata.  
El rosa fucsia se volvio vano recuerdo.  Quizá vengan otros colores.  Por ahora vive de un gris que le pega en la cara de cuando en cuando, con lágrimas blandas y blancas.

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