De violencia, formación y crianza.
Cuando hablamos de violencia de
género, de inmediato se nos viene a la mente la idea de los golpes,
los moretones, la mujer con el ojo morado y los labios partidos y
una que otra costilla rota. El tema parecería simple porque podríamos
gritar a los cuatro vientos que no se debe tocar la mujer ni con el
pétalo de una rosa ni maltratarla ni vejarla y ya...con eso basta.
Pero qué estamos haciendo realmente para prevenir el problema y
comprenderlo desde un punto de vista holístico?.....opino que poco.
El tema de la violencia es tan
viejo como andar a pies. Los medios, cualquiera que sea su tipo, se
han encargado de vendermos una idea de lo que es la violencia que nos
ha dirigido a un enfoque pobre y escueto del problema y a drede le
hace un flaco favor a las sociedades. Es lamentable esto porque
muchas mujeres y hombres estan reciclando el problema, se están
prestando para ello y no se están dando cuenta de la contribución
que hacen para que el problema no solo no se acabe, sino que se
agrave y adopte matices cada vez más novedosos y profundos. Cierto
es que según avanzamos como sociedad, así mismo avanzan y se
agravan algunos de nuestros problemas, y la violencia no es la
excepción.
Primeramente, la violencia se
promueve como un valor. Lo que pasa es que esto se da de una
forma tan sutíl que no nos percatamos de ello. Solo tenemos que observar con ojo crítico la
publicidad, las producciones cinematográficas, la música. (ya esto
es todo un tema aparte de dimenciones bárbaras). De soslayo, la
violencia se asocia a cierto rasgo de gallardía y poder, y todos
quieren tener poder, porque el poder excita, hace sentir grande a los
mediocres y a los pequeños y genera muchos adeptos. En otro orden,
la violencia supone un tipo de sumisión que muchas mujeres no solo
promueven sino que la procuran abiertamente. Entonces en esto
estamos todos metidos hasta el tuétano, ya sea por comisión u
omisión y por tanto todos tenemos que dirigirnos a, sino
solucinarlo, al menos tratarlo de forma descarada y sin poses
moralistas ridículas, huecas y vanas que solo abordan el tema de la violencia
en forma cosmética y por encimita.
En otras consideraciones, la
mujer aún estando ausente del hogar por el incremento de su
presencia en el mundo productivo (este es otro tema largo!), no deja de ser un importante
eslabón en los patrones de comunicación aprendidos desde la
infancia. No olvidemos que la mujer está formando a su prole desde
el momento de la gestación, y lo grave puede resultar en que esto
sucederá indefectiblemente ella se de cuenta o no. Desde las
primeras mamadas de teta, las primeras palabras dirigidas a esa
critura indefensa, las primeras formas de corregirle, cómo le
ayudamos a lidiar con sentimientos tan vitales como la frustración,
manejo de las expectativas y de la voluntad; pareciera inecesario en
un niño de dos o tres años, pero es tan vital como el alimento que
tome. Es el andamiaje sobre lo cual se forjarán su espítiru y las
características de una personalidad que va a llegar lo quiera usted
o no.
A esto agreguemos la variable de
que todavía muchos hombres se siguen percibiendo así mismos como
proveedores materiales de sus hijos, olvidando la importancia que la
figura masculina y el rol paterno tienen en la formación de sus
hijos. Algunos son solo padres de domingo y juran que lo están
haciendo genial. Por suerte debo admitir que esto está cambiando;
pero falta camino por recorrer. Adicionalmente, muchos padres creen
que están formando a sus hijos solo cuando a drede le están
instruyendo, corrigiendo o informando. Se está formando al hijo en todo momento!. Para un niño sus padres son sus dioses y
como tales ellos venerarán cada cosa que usted como padre o madre
haga, o peor, también cuando deje de hacer.
Recuerdo una ocasión que yo
estaba en un supermercado de mi ciudad. En el pasillo de los
enlatados una madre le gritó a su niña, que no llegaba a los cinco
años: odiota!!! El tono en que se expresó esa madre era tan
dolorosamente violento como irritante, a eso agrégele el poder de la
palabra per se, sobre todo para una nena de cinco años que ve a su
madre como su patrón a seguir. Una niña que crece oyendo que es
una idiota, junto con otras variables más a tomar en cuenta, será
una candidata perfecta para sufrir de violencia doméstica. Y no
porque la procure, lo cual podría ocurrir sin duda, sino porque la
aceptará como buena y válida; inclusive pensará que se la merece y la justificará. Y les diré algo muy serio y simple,
esa niña padece ya de violencia doméstica. No supe que era peor.
Si que le dijeran tremenda palabra, que lo hicieran con el tono tan
hiriente con el que lo hizo la madre, o que la expusiera descaradamente frente
a todos los desconocidos que rodeábamos el lugar.
Como imaginarán, el tema es tan
vasto. Tiene sus aristas, todas tan variadas y diversas, y deben ser atendidas, porque de lo contrario solo estaremos reciclando un problema que nos acompañará por
mucho, mucho tiempo.
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