Manos y fuego




Tomó su mano derecha. Observó cada uno de sus dedos, como si estuviera inspeccionando algo anhelado o nunca visto. Tocó la líneas de las palmas como si fueran a borrarse o mezclarse entre ellas. Él se dejaba hacer; se sentía curioso de todo cuando ella hacía. Lentamente, ella llevó la palma de su mano a sus labios, entreabrió la boca y deslizó la lengua por su escasa superficie. Él sintió cosquillas por semejante gesto, pero se quedó dispuesto a ver qué seguía. Ella cerró los ojos y siguió lamiendo sus manos, y luego se concentró en su dedo índice. Lo colocó por completo en su boca. Lo introdujo y sacó, como suele hacerse con una paleta de helado. Él empezó a complacerse más de lo esperado y comenzó a sentir cosquilleo en la región más íntima de sus pantalones. Ella, que era muy consciente de lo que hacía, parecía no estar pendiente de él; eran sus dedos lo que le interesaba, y así, uno por uno, los fue saboreando como fruta pulposa. Por un rato, estacionó su boca en la parte inferior del dedo grueso, y entonces, degustándolo, le dirigió una mirada tan lasciva como ausente. A él le brillaba la mirada y ella comprendió que era hora de hacer algo más. Entonces tomo la mano de él y la poso sobre su pecho izquierdo. Cuando el se deleitó con la dureza turgente de su seno, estalló en mil llamas y él espacio empezó a arder...


© Derechos de autor Gnosis Rivera​

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Y que con eso nos baste

Aviso importante

Cita