Dentro

Estando tan, pero tan aburrida del llanto, se estacionó en una risa deforme.

Su boca, tremenda, gigante, se esparció por toda la cara, convirtiéndose en un cráter gigante.
En ella metió su puño, y resolvió ir directo a las costillas. Rasgando en el trayecto su garganta, tropezó con las amígdalas. Su propio puño le ahogaba, pero la risa continuaba, histérica, y el aliento le ardía en el antebrazo.

Logró meterse bien hondo en su propia anatomía. Todo el puño en su garganta, luego el codo, hasta que su propio hombro se atascó en el estómago. Ahí, nadando en las tripas, estaba el café de la mañana, pero todo el aroma era café de septiembre. Ese septiembre de siempre.
Junto a la taza estaba él, sentado, llevaba calzoncillos blancos y tenía las piernas colgando en un taburete.

¡Él en su estómago!.. Por eso los constantes dolores de estómago; ahora entendía su estreñimiento de años. Ese septiembre ha debido irse, junto con él, su taburete y la taza. Pero gracias a los dioses ya comprendía todo.

-¡Voy a salir! Devolveré mi puño. Ahora y no después… -

Le dolían el estómago y los intestinos, igual le dolía la garganta. Las palabras sabían a moho y ensuciaban su antebrazo cuando iba de regreso a la salida. Había granos de café y semillas de albahaca. El suelo en su garganta le olía a comino.

Sacó el brazo. La boca volvió a su tamaño original. Terminó la risa. Queda el llanto.

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 ©Gnosis Rivera

Imagen: Josephine Cardine
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