¿Dónde está Pupi?

Imagen: Plantas en el balcón.- Obtenida de la red.-

La jornada laboral finalizaba para mí y llegamos a la casa tipo seis quince de la tarde. Ella tenía, como siempre, las provisiones de energía intactas. Yo estaba entre “quiero dormir” y “búsquenme una cerveza bien fría”, pero cuando se es mamá no siempre te puedes echar una pavita (1) a plena siete de la noche; lo de la cerveza era más factible, pero no tuve oportunidad, y ahora les cuento la razón.

La niña empezó a jugar con sus bloques, y lo que más le divertía era que, por ser viernes, podía acostarse a las dos de la mañana, como decía tan alegremente –aunque a las diez de la noche goteara como una guanábana madura-. No supe cómo pasó, pero vino llorando desde la parte del jardín, preguntando dónde estaba Pupi, la planta que había sembrado dos noches antes. Había colocado  ramitas de alguna maleza, de las que crecen en el patio delantero del edificio, en una lata de cereal vacía, le echó arena y la adoptó como su planta. En una hoja de cuaderno viejo escribió: Pupi. Se supone que ella vería crecer a Pupi.

-Mami, ¿dónde está Pupi?- me dijo llorando. Eran lágrimas de verdad. Muchas en verdad. Lloró por un buen rato. Improvisó un bosquejo de plantita y en él escribió el nombre de su planta, lo colocó en la entrada de la casa y me dijo: -si alguien ve a Pupi quizá me diga dónde está-. Le preguntó a Marcos, el señor que se encarga del área común del edificio, si había visto su plantita. Lloró más. Otro buen rato más. Hizo otro dibujo y habló con dos vecinas sobre el paradero de su plantita. Cuando entendió que su matita definitivamente no estaba más, nuevamente lloró .

Yo le ayudé en la jornada de búsqueda, y aunque sabía muy bien qué había ocurrido, no me animé más que a consolarla y abrazarla. Al final le propuse sembrar otra planta. Ella insistía: -¡Quiero a Pupi!-. Poco más de una hora después, la noche recuperó su ritmo habitual, con uno que otro momento de tristeza cada vez que recordaba todo. 

Amaneció y lo primero que hizo fue ir a la jardinera creyendo que Pupi estaría allí, pero tal cosa no ocurrió. Era el momento de asumir las cosas. Conversamos y ella estuvo de acuerdo en sembrar otra planta. Buscamos un recipiente, tierra –no arena-, y semillas de limón. No me dejó tomar parte de nada, ella quería hacerlo todo. -¡Esta planta es solamente mía! – Insistió. Será porque yo tengo albahaca, ajo, batatas y orégano. Y he tenido romero, cilantro, verdura.

Sembró su plantita y le escribió el mismo nombre: Pupi. -Debes hacerte cargo, es tu responsabilidad ahora. Tienes que regarla, hablarle bonito y cuidarla mucho.- Le dije. Ella convino que sí. Lo segundo que hizo fue ir a conversar con Marcos para asegurarse que, esta vez, nada le pase a su planta.

Creo que vamos bien con el sentimiento de pérdida, la esperanza y eso de hacerse cargo de las cosas. Lo que implica el esfuerzo, la obtención de buenos resultados, la dedicación, la vida, el amor y el cuido. Me siento orgullosa.

Cariños, Gnosis.


(1) Pavita: Pequeña siesta. Descanso breve.

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