Iniciando el camino de regreso



He visto nubes que parecían trozos espumosos de suelo sobre los que saltar y saltar, como los niños sobre colchones, sin temor, sin miedo... solo saltar.
He visto el mar, con sus olas, todas distintas, 
¡ninguna igual!... de sonido envolvente y suave.

He visto el cielo, luego de veintitrés días el azul de esa gran bóveda que me sirve de techo se presentó como nuevo ante mis ojos. Y fue la alegría, pequeña, pero fue la alegría.

He visto el suelo, de tantas formas, lisas, con accidentes de raíces necias y obstinadas por safarze de destino de entierro. He visto la maleza en la tierra, y la pensé hermosa, con tantos verdes distintos, con hojas de tan diversos y hermosos contornos. Algunas vestidas con gotas de amanecer. Otras secas y enredadas. Las he visto acolchando el borde de las aceras, recibiendo rodillas traviesas, y soportando traseros cansados que procuran un tiempo de descanso.

He visto rostros de gente, gente nueva, gente transparente y al verlos, he vuelto a sentir cómo mis labios formaban una hamaca honesta y genuina.
He sonreído.
He cantado, canciones que no sé y otras que creo saber.

He visto la luna, me he vuelto a enamorar de ella, sigue redonda para mí, y sigue usando los mismos vestidos de colores. Con los mismos zarcillos en las orejas.
He visto más de quince retoños de albahacas... todas en mi patio, y las he reunido para que charlen entre ellas.
He visto todo, con nuevos ojos, como nuevos vi los de mi hermana Lena.

Solo hubo dos cosas que nunca dejé de ver, ni de sentir: El dolor y el amor. El amor me aseguró que aunque parezca incierto, nunca se ha ido de mi lado. El dolor me dijo que él era tan necesario para el vivir y que administrarlo era asunto mío.


Prohibida la reproducción total o parcial del
presente texto sin la mención de su autora
Derechos Reservados Gnosis Rivera.-
En la igamen: Mujer descalza caminando sobre piedras
Obtenida en la Red.-

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