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Mostrando las entradas de febrero, 2018

Aretes pequeños -Cuando los motivos son más grandes que un zarcillo.-

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Cada mañana, cuando me preparo para dejar a la niña en el colegio, generalmente ya estoy vestida. En ocasiones es cuestión de calzar los zapatos, agarrar la cartera, el manojo de llaves y partir. Hago algo, siempre lo hago, es una manera de hacer la última revisión de mi misma, así no haya hecho nada distinto en mi atuendo: mirarme al espejo en la brevedad que puedan ofrecerme uno o dos segundos. Es de esta forma que, un día tal, caigo en cuenta que llevo meses usando los mismos aretes. Sepan que lo primero que hago al llegar a casa al final de la jornada es quitarme los aretes, algún anillo de fantasía barata -uno de los que compré para aquella cita y que venían en juego de tres-, alejo los rizos de mi frente con una banda elástica y me visto con ropas de estar de esas anchas y suaves. Luego, miles de cosas, hacer la cena, ver tareas del colegio, revisar mochilas y cambiar mudas de ropa, jugar (lo que equivale a tirarme al piso y volverme niña, aunque una bien cansada), esc